Castellar de Meca.Recorriendo el pasado

Un trozo de un pasado lejano, de más de 2000 años, quedó impreso en las rocas de Castellar. Contemplar los restos de estos antepasados nuestros, es dejar volar la imaginación y transportarte a aquellos días lejanos.

Lo primero q te encuentras es una fuente, con su pileta y unas escaleras talladas burdamente en la roca que continúan un camino hasta otras escaleras, empinadas, mirando hacía el final de los tramos puedes contemplar sólo el cielo, y las múltiples aves que aún hoy día lo habitan. Te imaginas a esos seres humanos, hombres mujeres y niños recogiendo agua, dando de beber a sus caballos y subiendo por esas empinadas escaleras, que otros excavaron en la dura roca, para hacer más fácil la subida al poblado. Puedes imaginarte bajando a mujeres con sus cacharros de barro, riendo, charlando, niños al lado de sus madres, hombres sudorosos, con sus aperos para sembrar los campos que se extienden al pie de esa montaña que alberga su pueblo, otros, armados y dispuestos a guerrear contra todo enemigo.

El camino se pierde, aun se pueden ver restos de otras escaleras en las rocas de la sierra y llegas a la planicie. Lo primero que ves, es el camino por donde circulaban las carretas, con surcos profundos, posiblemente hechos por las rodadas de las ruedas durante más de 1000 años. A ambos lados de este impresionante camino, multitud de aljibes. De varios tamaños y formas. Fácilmente se aprecian las ranuras dónde se sujetaban las vigas que servirían para hacer el techo de barro y paja. Son sus graneros, sus aljibes de agua, la población, posiblemente de unas 10.000 personas, estaban bien abastecidas.

Ya empiezas a ver los cimientos en piedra de las casas, con escaleras talladas, perfectamente distinguibles. Cierras los ojos y puedes visualizarlas, bajas, de adobe, con techo de paja y barro, uno , dos o tres compartimentos interiores. Dejamos volar la imaginación nuevamente y vemos a las mujeres, vestidas con túnicas y cabellos recogidos, adornadas con collares, pulseras de oro y plata, haciendo en el hogar la comida para su prole y sus maridos, guerreros, valientes, artesanos, molineros, agricultores, ganaderos, orfebres, ceramistas, imaginamos días de calor, la calle será su lugar preferido, en los días de invierno, estarán pegados al hogar y el refugio de las pequeñas casas. Oímos las risas de los niños, gallinas picoteando la hierba, perros juguetones, animales de tiro, caballos , asnos, el ruido de los molinos manuales de trigo.

Y el camino, tallado en la dura roca, por donde subirán y bajarán carretas cargadas con mercancías de otros lugares, llevando sus propias cosechas a vender a otros pueblos. Ruedas de hierro, de madera, ruidosas, voces de hombres alentando a los caballos, chirridos.

La torre, vigía, desde dónde se puede contemplar todo el valle, y dar la voz de alarma ante posibles visitas enemigas.

Un poblado que estuvo lleno de vida y murió. Otros hombres, otra civilización los suplantó, los dejó morir, los mató, pero nos dejaron su huella en la piedra, en su orfebrería, sus pinturas, sus armas, cachivaches de cocina, adornos personales, cerámica .. y ahora, 2.000 años después nos hacen recordarlos y sentir que fueron nuestros antepasados , valientes, que prefirieron morir a rendirse ante el enemigo.

Iberos, vuestra historia sigue viva.

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